El fin de la guerra

Casi al finalizar la semana de vacaciones que pedí, y que me debe la empresa con creces, me llamo mi jefa, avisándome que el domingo partía a Huancayo, la noticia del todo no me molesto,ya que no es la primera vez que visito esa ciudad, y debo añadir que pese al clima y la altura , me agrada bastante.
Los días transcurrieron : sin mucho que contar (para hacer honor al titulo de esto, que intenta parecerse a un blog) salvo mencionar que el hotel es comodisimo, que le destruyo la linea de Internet descargando canciones, películas y todo lo que el Ares ( y mi antivirus) me permita, y que como siempre me dedico a conocer restaurantes y demás chinganas para sentirme familiarizado con la ciudad.
Como era de esperarse, las mañanas eran terribles, ingresar a la ducha era un tema trascendental, digno de meditar con seriedad ( a causa del terrible frió que hacia) ,la nariz y la cabeza me dolían mucho, era obligatorio caminar con mas de 3 prendas en el torso y su respectiva chalina de yapa, y caminar unas cuadras me hacia sentirme agotado y débil, lo que obligaba a que desistiera de fumar con la frecuencia con que normalmente lo hago.
Este clima , hostil para un mortal como yo , hizo que repentinamente, y pese a que no me desagrada esa ciudad, al cabo del tercer día empiece a añorar mi casa, lo húmedo y gris de lima, pero sobre todo mi casa, tibia, cálida, alegrada por la presencia de cholito, mi perro peruano, la voz tierna de mi madre, granputeandome por algún motivo, y las visitas inesperadas y generosas del KINGPING.
Decidi , en una tarde en la que no tenia mucho por hacer, caminar un poco ( a paso de anciano ) por la ciudad , y al cabo de unas cuadras, estaba frente a la pequeña, sencilla pero hermosa, elegante y ordenada plaza de armas de Huancayo, observe con detenimiento a los ancianos que se sientan a tomar el sol y disfrutar de la tarde, pensé que seguramente ellos caminaban mas rápido que yo en estos momentos, admire a los niños chaposos que jugeteaban con las cadenas que cercan a la pileta y a la estatua de Castilla que adorna el centro de la Plaza, driblie (del dribling) cual jugador profesional de fútbol a los vendedores de caramelos, lentes de sol o paquetes turísticos que proliferan en la ya mencionada plaza.
De pronto, a lo lejos, escucho y advierto el revoloteo de un viejo enemigo, en realidad, no me sorprendió su presencia, casi podría confesar que la esperaba, yo sabia en el fondo que debíamos encontrarnos nuevamente.
Cuando terminó de posarse sobre mi hombro izquierdo, semejante y gigantesca paloma con triple pechuga, lo primero que pensé es que era un emisario de las tórtolas que venia a declararme la guerra, sin embargo al verla bien, con sus patitas arrugadas, sus plumitas brillantes al sol , su piquito puntiagudo, -con restos de migajitas que acababa de picotear- color miel, entendí que ellas venían en son de paz, y que tal vez era hora de poner fin a nuestros odios, de dejar atrás las rencillas del pasado y unirnos en una abrazo fraterno (bueno lo del abrazo si lo desestime por que lo vi complicado, por lo complejo de la estructura de sus alitas).
Decidí yo entonces dar el siguiente paso, si ellas habían tenido el gesto ( que por cierto las enaltecía ) de haber mandado un emisario en son de paz, por que habría yo de negarme a corresponder tan digno acto?
Me acerque presuroso a uno de los tantos ambulantes que habitan todas las plazas mayores del Perú y le compre sin pedir vuelto ni nada una buena dote de bolsitas con maíz , el cual avente con amor a dichas aves.

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Debo reconocer ante uds, que tal acto me lleno de paz y sosiego , aunque debo confesarles que de cuando en cuando le aventaba con cierto remanente de odio un pedazo de maíz en la nuca a una paloma despistada que me picoteaba el zapato.
Unos días después regrese a Lima (curiosamente con la misma chompa que ven en la foto) al llegar a mi casa, la sensacion que tenia desde hace horas, de que la gente me quedaba mirando, disminuyo un poco la alegría de pisar mi dulce hogar, entre al baño a tomar una ducha, y al desvestirme advierto semejante y contundente churreta de paloma que adornaba y abarcaba casi la totalidad de mi hombro izquierdo, entendí recién en ese momento 3 cosas:

- 1, Que la sensacion de ser observado no era idea mía, solo que no me observaban a mi ,si no al tremendo mojón que me había dejado la puta paloma esa

- 2, Que la paloma que se poso en mi hombro no era ninguna emisaria de paz , si no una kamikase buchona ke había vertido sobre mi todo el guano que sus entrañas pudieron almacenar, y por cierto debe de ser alguna raza de paloma especial, ya que no entiendo como un pequeño animalito haya podido cagar tal cantidad de mierda.

- 3.Que esta guerra había terminado,no intentaría yo tomar ninguna represalia, que las palomas podían darse por vengadas y yo por cagado.